Diario La Nación – 11 de enero de 2005
“Tuve el privilegio de pasar el Año Nuevo visitando El Calafate. Disfrutando del glaciar Perito Moreno, al tiempo que almorzaba en el quiosco a cargo de un concesionario, tuve la necesidad de ir al baño. Imposible utilizar «eso» llamado baño. Pérdidas de agua, cesto de basura desbordado, inodoros tapados, pisos embarrados. “Me acerqué al mostrador y pregunté quién era el responsable de la higiene y el empleado me respondió que ellos, pero que no podían vender sándwiches y también limpiar los baños pues no les alcanzaba el tiempo. A mi protesta, me contestó inmediatamente que fuera a quejarme a «ellos», entregándome un papelito fotocopiado en el que se dan los datos de Mariano Besio (gobierno provincial de Santa Cruz) y Carlos Corvalán (Parques Nacionales).
“Encontré luego los baños químicos recientemente instalados por Parques Nacionales. En primer lugar son un atentado a la estética del lugar; en segundo lugar hay que soportar a dos señoras que hacen ostentación de baldes y escobas al lado de tarros-alcancías que portan la leyenda «Propinas / Tips».
“Un turista extranjero paga 10 dólares y un argentino 10 pesos de entrada al parque. Si no existe un baño decente, ¿cómo esperar que El Calafate cuente con un plan urbano ambiental sostenible?
“En 1902 Carlos Thays efectuó los primeros estudios y propuestas para la creación de los parques nacionales; en 1903 Francisco Pascasio Moreno donó las primeras tierras y tres décadas más tarde los Bustillo crearon no sólo la Administración de Parques Nacionales, sino también su imagen cultural. Si los actuales funcionarios públicos ignoran la historia y desconocen el valor del paisaje, por lo menos que piensen con sentido mercantilista: el paisaje es la gallina y los turistas son los huevos de oro, no hay unos sin lo otro.