Diario La Nación – 18 de noviembre de 2005
"La fachada de un edificio no termina en la línea municipal; tiene una amplia zona de influencia desde donde y hacia convergen las visuales. Así lo entiende Icomos-Unesco, cuyas reglamentaciones exigen alrededor de cada monumento histórico nacional una «buffer zone», o zona de amortiguación, que sirva para entender, percibir y proteger el bien patrimonial en su integridad.
"Como la plazoleta se erigiría en terrenos del Teatro Colón (monumento histórico nacional), debe expedirse y dar su consentimiento la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Los concursos no son vinculantes.
"Basta un solo ejemplo: el parque Thays, que no fue diseñado por los ganadores del concurso. El césped requiere aproximadamente 20 cm de altura de tierra para vivir. La plazoleta original no tenía árboles ni arbustos, sino canteros con arreglos florales.
"Si una obra de arte, como lo fue esta plaza diseñada y surgida en unión íntima con el Teatro Colón, ha sido destruida en los años 30, ello no justifica hacer una nueva y «contextualizar» descontextualizando, sino todo lo contrario: se debe «recuperar» un patrimonio que existió y que fue perdido por funcionarios municipales equivocados.
"La nomenclatura urbana, que es intangible, hace a la memoria colectiva. En nuestra ciudad se acostumbra -de acuerdo con el último grito ideológico- a cambiar y recambiar los nombres de arterias, plazas y demás elementos urbanos, creando confusión y relegando al olvido a quienes dieron todo de sí para el país.
"Si de contextualizar estamos hablando, nada mejor que el hecho de que el nombre del maestro Ginastera esté integrado al Teatro Colón, donde ni siquiera pudo estrenarse la ópera «Bomarzo» por prohibición de unos «iluminados»."